0
(0)

Siempre me ha sorprendido —y frustrado un poco— la cantidad de críticas, análisis o simples comentarios en redes sobre Contact (1997) que parecen no haber entendido de qué va realmente esta película. He visto gente decir que la mezcla de ciencia con religión es un “error narrativo”, que “pierde fuerza” cuando entra en lo espiritual. Incluso una vez escuché una reseña del físico Javier Santaolalla donde, más allá del entusiasmo por la parte científica, me dio la impresión de que ignoraba por completo todo el fondo filosófico que convierte a Contact en una obra mucho más rica y compleja.

Esa incomprensión generalizada ha convertido a Contact en una de las películas más injustamente encasilladas dentro del género de ciencia ficción. Porque aunque hay viaje interestelar, tecnología alienígena y agujeros de gusano, nada de eso es lo central. Lo importante está en otra parte: en la tensión entre razón y creencia, en cómo manejamos la verdad cuando no se puede probar, y en cómo nos relacionamos con lo que no entendemos. Con el paso de los años, esa profundidad temática, sumada a su belleza estética y emocional, la ha convertido en mi película de ciencia ficción favorita.

Película Contact 1997

Ellie y Joss: ciencia y fe sin caricaturas

Uno de los mayores aciertos de Contact es el respeto con el que presenta dos posturas filosóficas opuestas sin ridiculizar a ninguna. Ellie Arroway, interpretada magistralmente por Jodie Foster, representa a la científica comprometida con el pensamiento empírico. Palmer Joss, teólogo y escritor, es un hombre de fe, pero también alguien intelectualmente honesto. La película evita el cliché de oponer a una atea radical con un religioso dogmático. En cambio, plantea una conversación sincera entre dos personas que no se entienden del todo, pero se respetan profundamente.

Cuando Ellie declara que no cree en Dios porque no tiene “datos ni a favor ni en contra”, lo que hace es una afirmación agnóstica, no atea. A diferencia de muchos personajes científicos de ficción, ella no niega rotundamente lo espiritual, simplemente se niega a aceptar lo que no puede probar. Esa honestidad le cuesta el viaje. Pero, irónicamente, esa misma honestidad será lo que la salve al final.

Sagan, el universo y la humildad científica

La semilla de todas estas ideas está en la novela original escrita por Carl Sagan, científico agnóstico pero con una profunda sensibilidad hacia las preguntas trascendentales. En el libro, el contacto alienígena se vive de forma más coral —con cinco viajeros, múltiples culturas y reacciones religiosas diversas—, pero el mensaje es el mismo: el universo es demasiado grande como para entenderlo desde una sola perspectiva.

La película reduce esas dimensiones para centrarse en una protagonista, pero mantiene intacta la esencia saganiana: la necesidad de humildad frente a lo desconocido, el respeto por la experiencia subjetiva, y la idea de que ciencia y espiritualidad no tienen por qué excluirse mutuamente.

Drumlin, los medios y la necesidad de creer

David Drumlin, el burócrata científico, encarna la fe institucionalizada, la que dice lo que conviene, no lo que se cree. Su selección como viajero se basa en lo políticamente correcto, no en el mérito. Ellie, en cambio, es castigada por decir la verdad: que no sabe. En ese sentido, la película lanza una crítica clara al sistema que valora más la imagen y la conveniencia que la integridad.

El juicio público a Ellie tras su regreso sin pruebas, donde muchos la atacan por “no demostrar nada”, gira de forma sutil: su vulnerabilidad, su coherencia y su falta de adornos la hacen más creíble que cualquier prueba técnica. El relato necesita fe. Y la gente, paradójicamente, decide creerle.

Tecnología y aislamiento: la crítica de Joss

En uno de los momentos más ignorados pero más actuales de la película, Palmer Joss participa en un late night donde reflexiona sobre el impacto de la tecnología en la sociedad moderna. Denuncia que, pese a estar más conectados que nunca, vivimos más aislados emocionalmente. Esta crítica, lanzada en los años 90, parece hoy casi profética. Contact es una película que, sin renegar del progreso, nos advierte de sus efectos colaterales si se pierde el vínculo humano y espiritual.

Pensacola: música, estética y conexión

La escena en Pensacola no es una epifanía grandilocuente, sino un momento cuidadosamente construido desde lo sensorial. Ellie se encuentra en una playa de luces suaves, donde la imagen tiene un toque new age muy reconocible. Allí aparece su padre, o una representación alienígena de él, en un entorno que imita la realidad de sus recuerdos.

Lo más interesante ocurre cuando Ellie toca el entorno: no por necesidad narrativa, sino como un gesto emocional y humano. Al hacerlo, suena una nota que se funde con la música envolvente de Alan Silvestri, integrada sutilmente en la escena. Es un momento de conexión íntima, donde el sonido, la imagen y el gesto comunican más que cualquier diálogo.
Contact como obra cinematográfica: una joya silenciosa

Más allá de su contenido temático, Contact es también una película técnicamente impecable. Robert Zemeckis dirige con sobriedad, sin caer en efectismos, incluso en las secuencias más espectaculares. La escena del viaje espacial es visualmente impactante, pero su fuerza está en la mirada de Ellie, en cómo la cámara capta su asombro.

La fotografía de Don Burgess subraya el contraste entre los espacios institucionales —fríos, grises— y los momentos de descubrimiento personal, donde los tonos se suavizan y expanden. Y la banda sonora de Silvestri es simplemente perfecta: lejos del dramatismo de otras películas del género, aquí es envolvente, introspectiva y emotiva.

Cuando lo intangible también es verdad

Contact no es una película que tenga todas las respuestas. Tampoco pretende predicar ni convencer. Simplemente, nos invita a pensar en la posibilidad de que lo que no se puede medir, también pueda ser real. Lo que Carl Sagan dejó claro con su novela, y la película adapta con sensibilidad, es que la búsqueda de la verdad no pertenece solo a la ciencia ni a la religión. Nos pertenece a todos.

Y quizás por eso Contact sigue siendo tan actual, tan incomprendida y tan valiosa. Porque habla de lo que nos hace humanos: nuestra necesidad de entender, de conectar y de creer… incluso cuando no tenemos pruebas.

Consultores Tecnológicos - Servicios Informáticos Globales Online

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.